Por qué la inteligencia artificial nunca podrá sustituirnos
Hace unos días OpenAI lanzaba la versión 4.0 de ChatGPT y seguro que entre tus amigos o compañeros de trabajo se comentaban las maravillas (o amenazas) que ofrece esta nueva versión. Desde la redacción de artículos académicos hasta el desarrollo de páginas web, parece que la inteligencia artificial va impregnando todos los sectores y sentenciará de muerte más pronto que tarde profesiones como las de redactor, ilustrador ¿e incluso programador?
No parece que ningún medio de comunicación (medianamente serio) se haya planteado sustituir a investigadores o redactores por una inteligencia artificial debido a sus limitaciones. El profesor Charlie Beckett de la London School of Economics and Political Science dirige un programa de periodismo e IA y declaraba hace poco a The Guardian que “para las redacciones que consideran una falta de ética publicar noticias falsas es muy difícil implementar ChatGPT sin emplear un tremendo tiempo humano editando y comprobando que la información es verdadera”. Ese es el verdadero límite de la inteligencia artificial: no puede emular capacidades humanas básicas para la mayoría de los trabajos.
El verdadero límite de la inteligencia artificial: no puede emular capacidades humanas básicas
Dall-E nos sorprendía hace poco tiempo con unas ilustraciones a la carta propias de los mejores diseñadores. Sólo con introducir una frase el sistema es capaz de devolvernos con mejor o peor técnica multitud de recursos gráficos. Sin embargo, ¿quién querría tener en su casa colgados cuadros pintados por una IA? Seguramente alguien que no aprecie el arte y que suele dejar la lámina que viene con los marcos ‘porque queda bonito’.
Por lo tanto, ¿con qué acabará DALL-E? Con los trabajos de ilustración de poco valor, y podrá sustituir imágenes que hasta ahora se obtenían de bancos permitiendo una mayor personalización de los ‘recursos de stock’. Sin embargo, ninguna editorial se planteará ilustrar un libro infantil a base de IA, ni el cartel anunciador de la próxima SEMINCI será realizado por un algoritmo. La razón es simple: en este tipo de encargos la intervención humana es imprescindible ya que aporta el conocimiento necesario del contexto social y cultural del encargo, aplica sus experiencias personales y personaliza el resultado.
Ni picamos código ni dibujamos prototipos: desarrollamos soluciones
Con el desarrollo de software nos encontramos ante una situación similar. El usuario de Twitter @itsafiz, desarrollador senior, publicaba el quince de marzo de este año que ChatGPT-4 había sido capaz de interpretar un boceto dibujado en un cuaderno y transformarlo en la página web con las secciones indicadas en él. Y es cierto, la web es completamente funcional y reproduce las secciones que Afiz dibujó, pero más allá de eso no aporta ningún valor. La herramienta también generará en pocos segundos una web a partir de las instrucciones que le pasemos en texto, pero ¿qué clase de web? Al igual que la generada por Afiz estamos hablando de desarrollos de muy poco valor y calidad, que servirán para quien busque tener un portal rápidamente y con unas funciones extremadamente limitadas.
Los potenciales destinatarios de una web generada por ChatGPT podrían ser los dueños de la panadería de tu pueblo, que solamente quieren mostrar fotos de sus productos, los datos de contacto y los enlaces a sus redes sociales. Ellos son un cliente muy poco rentable para las empresas del sector, que normalmente usarían una plantilla tipo para completar el encargo y ahora usarán la Inteligencia Artificial para reducir los tiempos de producción y la implicación humana en la misma, aumentando la rentabilidad al reducir costes en los trabajos menos rentables como estos.
Sin embargo, cualquier desarrollo más complejo requerirá siempre la intervención humana por una simple razón: tanto los desarrolladores de software como los diseñadores de interfaces y experiencia de usuario no pican código ni crean prototipos, lo que hacen es diseñar soluciones para los problemas de los clientes. En primer lugar, el análisis de las necesidades de una organización es el paso más importante del proceso: la recogida de requerimientos, el estudio del entorno y necesidades del cliente, etc. son básicas. Y dependen de un contexto social, económico y cultural en el que la intervención humana es básica.
Laura Ródenas explicaba en el podcast sobre diseño ‘En Cómic Sans’ cómo la aerolínea camboyana Bassaka Air no había tenido en cuenta para el naming de la compañía algo tan básico como la sonoridad en diferentes idiomas y se había convertido en un chiste para la comunidad hispano hablante. Aplicada al naming, una IA nos puede ofrecer miles de nombres en base a los parámetros que le indiquemos, pero no nos va a decir si esos nombres tienen un significado contraproducente en algún idioma, si la sonoridad es adecuada o si está registrado en algún país. De nuevo, la intervención humana abarca muchos más campos y es esencial.
Volviendo al software, durante el proceso de desarrollo la experiencia de los equipos aporta un valor indispensable en la calidad del mismo: soluciones previas a problemas similares, adaptación de los sistemas a necesidades específicas de la empresa o del territorio, conocimiento de las vulnerabilidades o limitaciones de las tecnologías existentes para decidir si implementarlas o no, etc. Nada de esto lo puede hacer una IA. Lo que sí podrá hacer es mejorar los tiempos de desarrollo, reducir los costes y aumentar la calidad del código mediante su uso por parte de los programadores o diseñadores. Consultar opciones sobre cómo desarrollar un algoritmo complejo o la manera de realizar una determinada acción en un lenguaje a través de herramientas como ChatGPT nos permitirá ahorrar tiempo en búsquedas de Google o reducir las curvas de aprendizaje de determinadas tecnologías, pero siempre para que esas respuestas específicas ofrecidas por la IA sean analizadas y aplicadas posteriormente por un profesional.
Las empresas que sepan usar estas herramientas a su favor “podrán tener más clientes con un gasto menor”
Esto es básicamente lo que ha sucedido hasta ahora con la producción industrial, que ha ido sustituyendo los trabajos manuales más tediosos y repetitivos por robots o sistemas automatizados. Esta revolución se extiende ahora a más sectores gracias a la inteligencia artificial, pero no sustituirá nunca el verdadero core de los desarrollos.
En definitiva, la inteligencia artificial ha venido para mejorar la vida de los profesionales de los diferentes sectores, pero nunca para sustituirlos. Alberto Gómez, director creativo de Azote Studio, opina que las IA van a ocupar un sitio que hasta ahora no ocupaban los estudios de diseño o empresas de desarrollo ya que serán usadas por los que “nunca han visto la importancia de invertir en diseño, al igual que quien no entiende la importancia de comprar comida fresca, pan hecho por un panadero o ropa que no sea fruto de explotación en países en vía de desarrollo”. Mientras, las empresas que sigan aportando verdaderas soluciones a sus clientes y sepan usar estas herramientas a su favor “podrán tener más clientes con un gasto menor”.