¿Cómo puede la tecnología ayudarnos a reducir las desigualdades sociales?
En un artículo publicado en Briefing Magazine, ‘3D Data Driven Decisions’, se comparte algunas de las principales ideas que intervienen en el proceso de la toma de decisiones individual y colectiva. También, cómo nuestra relación con los datos y la información obtenida tiene un impacto, a menudo decisivo, en el ejercicio de nuestro libre `albedrío´.
En este contexto, la contribución de Snowden (Summit Lisboa Web) al debate sobre dónde comienza la sobreinformación.
Ilustremos el siguiente tema: para ello, podríamos preguntar a personas de varias nacionalidades y diferentes condiciones sociales, culturales y profesionales sí, en un momento dado, ¿estarían dispuestos a ser rastreados por su ubicación, acciones y comunicaciones? Lo más probable es que la respuesta sea “no”. Para más del 90%, sería casi unánime. Especialmente si no confían en quién realizó dicha acción de vigilancia y rastreo, ni el propio proceso.
Hagamos otro ejercicio de abstracción, todavía más complejo. Preguntemos a las mismas personas si estarían dispuestas a hacerlo por razones de salud. Por ejemplo, ¿qué pasaría si tuvieran un episodio cardíaco y pudieran ser atendidos rápidamente y, por lo tanto, aumentaran sus posibilidades de superarlo? En este caso, la respuesta sería muy diferente.
Existe una brecha monumental en la teoría de la sobreinformación y el uso de datos
Esta brecha se llama "libre albedrío". Muchos de nosotros estamos dispuestos a (o queremos) ser rastreados, o incluso “vigilados”, en nuestros propios términos y/o límites, si eso aporta una ventaja significativa o relevante en nuestras vidas. Por tanto, la cuestión central en el debate no es tanto el abuso o no, sino el precio a pagar y quién lo paga.
Retomemos el tema anterior. Imaginemos que el servicio es esencialmente atención médica: localización y rastreo, asistencia inmediata, vivir o morir, o simplemente sobrevivir. ¿Quién lo querría? Probablemente todos nosotros. ¿Quién lo pagaría? ¿Y a qué precio?
¿Cómo financiar este servicio? ¿financiamiento público o privado? Si es privado, ¿qué estamos dispuestos a dar a cambio? ¿Es eso lo que buscamos como sociedad? Las personas bien posicionadas podrán obtener la tecnología y las funciones de transformación digital más deseadas, pero no el resto de la sociedad. Si se trata de un bien o servicio público, ¿seríamos capaces de seguir avanzando rápidamente en la innovación y la transformación de la tecnología?
Cuando se trata del uso y la transformación de datos, el desafío de elegir y el uso del ’libre albedrío’ nos da la oportunidad de volver al debate central: qué tan lejos y extendidos deberían ser los beneficios para la tecnología en toda la comunidad y si nos gustaría utilizar esos beneficios para reducir o mitigar nuestra brecha social y económica. O, en cambio, ¿aumentarán exponencialmente esas fracturas?